lunes, junio 01, 2009

Desilusión de niño

Precipitada como una nuez, le golpeó la cabeza de tomate verde. Venía discutiendo desde hacía rato con el agua que se bamboleaba en su interior (tan dispar como intrépida), y se repetía una y otra vez una y otra vez y otra vez y una otra y vez: "si! pero qué buena idea! pero qué gran árbol que nos espera!"
La cuestión no era sencilla, pero se aseguró de cumplir con los requisitos que demandaba su ingenioso plan, su ansiada marea de intenciones, su rígido convencimiento (su fe).
Ante las dudas hechaba un conjunto de duraznos rosas y anaranjados y dulces, y al contrario de la creencia popular, dándole de comer a las dudas las podía dejar atrás. Resultaba ser que las dudas eran muy glotonas y comían hasta más no poder, y cuando más no podían empezaban a preocuparse por el dolor de sus panzas y se olvidaban de dudar, o ya no sabía de qué dudaban o para qué estaban ahí, y entonces se echaban a dormir o explotaban de repente y sin previo aviso.
Ante los repetidos obstáculos, ejerció reflexivos y sentidísimos monólogos que los hicieron llorar y decir a grito pelado "Estamos contigo, no contra ti! pasa y haz tu camino! Discúlpanos por nuestra naturaleza feroz!". A lo que siempre respondía "No hay por qué avergonzarse de nuestra naturaleza amigos, cada uno tiene un papel en esta historia, es lo que toca!". Los obstáculos lloraban aún más fuerte y se deshacían en alabanzas y admiración (mientras se deshacían, pero ya con su propio consentimiento, y no con su propio pesar).
Ante los desánimos, provenientes de algunos aleatorios compañeros de viaje con quienes compartía su proyecto si nunca detenerse, pretendía estar sordo de una oreja, y alegaba usar la otra sólo para escuchar su propia voz. Con adjetivos tales como "cabeza hueca", se alejaban ofuscados los desanimados desánimos.
Y aún así, como todo proyecto que se precie, existía una única e inquebrantable posibilidad de que, en el tope de la euforia y con los ojitos brillosos de expectativa, una nuez choque contra una cabeza de tomate verde.
Y así resultó: una nuez chocó contra su cabeza de tomate verde justo en el tope de su euforia y cuando sus ojitos brillaban de expectativa.
Se quedó mirando el horizonte un rato.
Y se dijo: "Pf!".
Y se repitió: "Pf!"
Y "Puf!"...
la nuez se quedó sola en ese rincón del piso.