viernes, febrero 10, 2006

Compañera

A ella le debo mi primer amor. Indiscutiblemente. Fue charlando con ella que descubrí cómo acercarme a mi enamorada, y fue a través de mis palabras y sus argumentos (o mis argumentos y sus palabras, ya no recuerdo) que la señorita se dignó a hacerme un lugarcito en su corazón. Extraño tal vez, pero no menos cierto.
Más tarde, los otros amores también fueron aconteciendo con su intervención. Siempre acomodó las cosas para que mi camino se uniera con el de alguna doncella que “casualmente” pasaba por el lugar, o que me había visto alguna vez, aunque sea fugazmente. Aún sin pedir mi opinión al respecto de la dama. Igualmente era buena la intención (doy fe).
Y ahora me doy cuenta de que es generalmente en nuestros diálogos cuando quedo sumido en mis sentimientos. A veces un par de palabras generan la más ahondada felicidad. Y si algún otro día me repite lo mismo, aquél sentimiento renace y la misma inmensa felicidad me absorbe. Otras veces, ella melancoliza mi tristeza más escondida. Tratar de esconderla es inútil. Siempre sabe si estoy feliz o triste o expectante o ansioso o desilusionado. No me puedo esconder (y tampoco quiero).
Como una puerta por la que voy de un lugar a otro, saltando de estado de ánimo en estado de ánimo. Como una extensión de mis deducciones, de mi inconsciente y de mi sentir. Como un viaje eterno que dura un instante.
Por todo lo que hemos hablado, y por lo que falta aún por discutir: Gracias.

1 comentario:

D'Artagnan dijo...

todo no, pero una gran compañera :)