miércoles, noviembre 26, 2008

Clarividencia

Y así, en pleno delirio, decide matarla.
Mentira:
Y así, en plena cordura, desea matarla.
Está expectante.
La idea le resulta placentera.
Más aún: necesaria.
Más aún: imperiosa.
Y entonces la busca.
Y entonces la encuentra.
Y en ese encuentro fugaz y eterno, la pasión le arrebata el cuerpo, y así comienza.
La destruye con ignorancia de Dios y con remembranza de esclavo.
La arremete contra la certidumbre en su simple e incertera existencia.
La desata con precisión infinita.
Y se da cuenta tarde, de que es demasiado tarde.
La sangre le corre por los brazos.
La emoción yace desecha en el piso.
El cristal que deslumbra y corta, ya no es tal.
Ahora es arena insulsa de mirada triste.
Y el asesino, atónito, se mira las manos.
Y ahora mira hacia sus adentros.
Y cuando siente lo que ve, llora.
Llora no por la muerte (o quizás sí, un poco)...
sino porque no pudo predecirse.

2 comentarios:

Alumbral dijo...

FO!

Alumbral dijo...

En la libertad que este sporte me confiere, puedo decir que la lectura del post forjó, por esta parte, la imagen de un hombre destruyendo un gran gran reloj de arena, maquinaria reguladora a la cual el hombre creía fuente de control y no de sujeción... Bueno, gracias al arte, esta imagen no agota ni una mínima parte de los sentidos que atraviesan esas líneas...
Cariñiñiñios!!!!